Entramos dentro de la cabaña. Era muy acogedora y solo estaba dotada de dos habitaciones, con otra puerta en la otra habitación, no había camas, solo un par de sillas miles de libros en estanterías, cuadros una mesa y un banco de trabajo donde le había visto antes. Su casa era acogedora. Estaba maravillada de cómo aquel hombre había decorado cada rincón con una perfecta armonía.
Aquella tarde fue memorable e inolvidable, me ofreció pasar un tiempo con él y así ayudarme a controlar las visiones, exactamente me dijo
– Tómatelo como un tiempo de aprendizaje, te será muy útil si quieres pasar desapercibida.
– Gracias. Solo pude decir. Tenía tanta emoción y estaba tan feliz por haber encontrado a alguien con quien compartir lo que me pasaba. Suerte que él era como yo.
– Somos vampiros. Nos alimentamos de sangre humana. ¿Te has alimentado últimamente? Me pregunto.
– La última vez fue cuando te vi. Dije mientras lleve la mano a mi garganta.
– Tranquila el dolor se acaba calmando. Aprenderás a controlar tu sed.
– Y qué más puedo hacer.. Me gustaría ayudarte, quiero sentirme útil.
A medida que íbamos hablando y tomamos decisiones, me llegaban miles de visiones. Estaba asustada por qué me había visto por ahí cerca de las personas y me daba un poco de pánico estar tan cerca de ellas.
Los días pasaron y me sentía muy cómoda con Oliver cerca de mí, sentía como si fuese mi propia familia. Con los días, las noches y los meses que pasaban aprendí a controlar la sed. Aprendí a salir por las noches y a pasar desapercibida. Oliver me enseño a tapar las matanzas que solía preparar. Y así ocultar los cuerpos de los pobres humanos solo alimentándome de vagabundos. Él también me enseño el arte de la decoración y la conjunción de colores ya que además de tallar árboles y hacer hermosas esculturas Oliver sabía pintar y le gustaba la música clásica. Aprendí a bailar, cantar, pintar. Era un gran maestro. Por las noches solía leerme poesía, decía que era la mejor manera de mantener el alma en calma, una noche me hico una pregunta.
– Alice, no me has contado nada de tu pasado. Tu familia.
– Veras… no sé qué decirte, no recuerdo nada sobre mí. Le dije pensativa,
– Pero algo tendrás que saber… lo que pasa con la transformación pero yo consigo acordarme de mi mujer, sabes… La echo de menos. Me dijo entristecido.
– Yo… Lo siento. Yo no recuerdo nada. Respondí tristemente.
No dijimos ninguna palabra, cada uno de nosotros nos quedamos mirando la luna el resto de la noche, pensando en lo que pudo haber sido. Pero yo no lo echo de menos. Es más me sentía más feliz que nunca. Además ahora tenía a Oliver. Un vampiro de 35 años que era un artista en todo lo que hacía.
A la mañana siguiente mientras Oliver estaba de caza, yo me puse a limpiar mis ropas y así tiraría las más viejas. Cuando encontré aquel papel con mi foto y mis apellidos. Y tuve una visión.
Era alto, rubio con ojos rojizos como los míos, con un aspecto apuesto pero tenía marcas en los brazos, parecía que era un combatiente, nos encontramos en el bar Nexos. Era el del centro del pueblo de al lado.
En aquel mismo momento me sentí terriblemente enamorada de aquel vampiro, sentía en cada centímetro de mi cuerpo la adrenalina del deseo por aquel hombre. Tenía que encontrarlo, tenía que hablar con Oliver y contarle lo que me pasaba. Tenía exactamente tres días para que aquel apuesto vampiro se fijara en mí. Y claro que se iba a fijar!
Escribí una nota.
OLIVER. ME HE IDO A LA CIUDAD PARA COMPRARME ALGO DE ROPA
TOME PRESTADO DINERO DE EL BOTE GRIS DE LA ENCIMERA. TE LO DEVOLVERE TODO. NOS VEMOS POR LA NOCHE
ALICE.
De camino a la ciudad tuve otra visión, era de un vestido azul oscuro con un buen escote para los tiempos que corrían. Vi al apuesto varón mirándome los pechos del vestido así que decidí comprarme aquel trapo. Tenía que conseguir convencerle. Fui más deprisa compre el vestido , asesine a un par de humanos más, mmm.. Tanto trajín hacia que mi cuerpo deseara matar más a menudo que antes.
Había llegado el día, no me lo podía creer, estaba muy nerviosa,
– Alice, tranquila, si lo has visto, no hay por qué estar nerviosa, me dijo tratando de calmarme.
– Hay…. Es que sé que es difícil de creer, pero le quiero. Le dije al atónito de Oliver.
– Pero tendrás que conocerle. ¿Y si luego no es como tú te piensas? Dijo preocupado.
– ¿No lo entiendes? Mis visiones me llevan a hacer cosas que ya he visto, no corro peligro, es bueno, lo sé. Dije.
No sabía si me auto convencía de ello, pero tenía claro que tenía que probar,¿ No perdería nada no? Fui a vestirme mi vestido y cuando me halle totalmente dispuesta para salir de casa…
– Estas preciosa Alice, el no podrá rechazarte. Quiero que te acuerdes siempre de todo lo que has aprendido aquí conmigo. No me olvides nunca. Me dijo dándome un abrazo.
– Pero eso suena a despedida. ¿No es así? La pena empezó a apoderarse de mi cuerpo y de mi mente, el corazón me latía a mil. No quería perder a Oliver.
– Alice yo también tengo un don. Mi don es el de enseñar a vivir siendo feliz, y tú ya lo has aprendido, además mirando a los ojos veo cuando alguien toma decisiones acertadas y en tus ojos veo mucha felicidad con ese hombre. No quiero que mires atrás por mí, no te sientas mal al pensar que me quedo solo, ya que sé que volveremos a vernos en el futuro. Cuídate ¿sí?
– Después de aquel discurso no podía decir palabras para agradecerle todo lo que había hecho por mí. Le di un abrazo de despedida, y le dije.
– Oliver. Siempre estarás conmigo. No olvidare nunca quien fue el maestro de mi vida, y siempre llevare a la práctica lo aprendido.
Cuando cerré la puerta para ir al encuentro de mi amor, tenía ganas de llorar, pero claro ,no salía ni una sola lagrima de mis ojos, era una sensación que nunca había sentido, Y no me gustaba la pena de separarme de él, pero debía irme ya casi eran las 4:00 pm. Podía sentirle cerca.