Obedece
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“Ella está loca, pero es mágica. No hay mentira en sus juegos y a mí me trae loco”

Puedo ser perfectamente un depravado. Pero, ¿es culpa mía si la naturaleza me da gustos contrarios a los de todo el mundo? No, yo creo que no. Y Leticia tenía gustos muy parecidos a los míos.

En numerosas ocasiones, me habían tomado por un loco depravado por tratar de explicar mis gustos por el BDSM. Incluso, como menciono antes, depravado se quedaba corto en la boca de mi madre cuando se enteró de mis prácticas y deseos sexuales.

Rosa, tiene 28 años y es morena. Su cuerpo curvado y apretado me vuelve loco. La forma de entrega absoluta ante mi presencia era exquisita. Le gusta jugar a ser insolente y osada. Sabe que detrás de sus pecados hay un delicado castigo. Recuerdo cómo la conocí…

Cuando empecé a leer relatos de morbo, de sumisas, de humilladas,  de  dominación y algo de sado, empecé a cambiar en el juego del sexo y tenía muchas ganas de probarlo.

Esperaba sentado junto a ella en las butacas del aeropuerto que me iba a devolver a mi casa de Madrid después de haber pasado 10 días en Italia. Rosa había compartido el viaje conmigo aunque siempre se había mantenido distante a mí. En las subidas y bajadas de autobuses, hasta llegar al aeropuerto, me miraba y se ruborizaba. Así que, antes de que acabaran las vacaciones en Italia, decidí acercarme y charlar con ella. Ella también vivía en Madrid, así que pasamos un tiempo hablando mientras llegaba la hora de subirnos en el avión.

Estaba dispuesta a mantener una aventura conmigo, y yo no voy a desperdiciar la oportunidad.

En el avión le dije:

  • Estos días vamos a follar como locos. Ella asintió. A lo que yo añadí:
  • Pero vamos echar polvos salvajes. Ella, de nuevo, asintió.
  • Muy morbosos. Pero tendrás que hacer lo que te pida.
  • Calla que me estoy poniendo muy cachonda. Respondió ella.
  • Bueno, pues el juego empieza ya. ¿Si quieres?
  • ¿Qué juego?
  • ¿Quieres morbo y mucho sexo? Pues estos días harás todo lo que te pida sin rechistar.
  • ¿Te has vuelto loco?
  • ¿Sí o no? Pregunté en tono serio.
  • SÍ. Asintió con cara de sorpresa al no saber nada de lo que tenía preparado.
  • Empieza por ir al baño. Quítate el sujetador y las bragas. Tráelas en la mano y me la entregas.

Se quedo mirándome un tanto atónita. Llevaba una falda lo suficientemente larga para que no se la viera nada y una camiseta amplia para viajar cómoda. Se levantó y fue al baño. Volvió con las bragas y el sostén que se veían perfectamente en la mano, pero nadie se fijó en el detalle. Excepto el señor de al lado que incluso, creo, había escuchado toda la conversación.

  • Que pasada, que morbo. decía ella.
  • ¿Y ahora qué hago? Bajo la atenta mirada del señor, que viajaba a nuestro lado.
  • Tendrás que llevar las piernas siempre separadas y te olvidaras de tu ropa interior y bikinis. Aquí tengo unas bragas y, ¿quién me dice que no llevas otras puestas? El hombre de al lado me miró y yo me quedé mirándole.
  • Súbete la falda, deja que pueda ver tu entrepierna. Se sonrió y obedeció.

Me fijé en el hombre de al lado que, por supuesto, no miraba y, entonces, ella mirándome se subió la falda lo suficiente para ver que iba desnuda. Piernas largas y bien depiladas, justo como a mí me gustaba.

  • Muy bien. Así me gusta que obedezcas.

Le toqué descaradamente las tetas para observar que también había cumplido con esa parte del trato. Me dio un gran beso, diciéndome que estaba deseando llegar.

Al llegar al hotel, la obligué a desnudarse, la observé y se puso muy nerviosa.

  • Aquí siempre tendrás que andar desnuda y la ventana de la terraza, que da a la piscina, estará siempre abierta.

La obligué a tumbarse en la mesa. Antes pude observar que, desde el exterior,  se podía ver algo. Si pasara alguien podría ver todo. Le separé las piernas y aproveché para depilarle el coño. Sinceramente no sé si alguien lo vio ya que no quería lesionarla y menos esa parte del cuerpo. Aunque, en una de las veces que miré al exterior había una chica de unos 16 y 18 años que se marchaba pero que, claramente, había estado observando la operación.

La tumbé en la cama con las piernas abiertas, atadas y con su entrepierna totalmente depilada. Le hice fotos, diciéndole que se las enviaría por Internet. Rosa estaba entre asustada y excitada.

Ordené que se masturbara para mí. Así que, le solté las manos y ella, muy despacito, empezó a tocarse. Le dije que pusiera los cinco sentidos y que fuera lentamente. Iba a grabarla pero le cubriría los ojos para que no supiera cuando lo hacía y que enfocaba. Yo estaba muy excitado y dudaba si dejarla que se masturbara o directamente hacérselo bien duro.

Llamaron a la puerta, era el servicio de habitaciones. Previamente, me había encargado de pedir una botella de champagne. Ella se detuvo de inmediato. Le ordené continuar mientras yo me hacía cargo de todo. Por supuesto, no cerré la puerta y deje que entrara el chaval que no tendría más de 19 años. Se quedó de piedra observando, sin ningún rubor, el cuerpo de mi chica. Observando el coño brillante por el flujo y sin ningún pelo, junto al dedo rozando su clítoris. Cosa que dejo de hacer en cuanto notó que el camarero estaba en la habitación y con sus dos manos libres se cubrió el sexo.

Le hice al chaval la señal de silencio y a ella le dije que no había nadie más que yo, que confiara en mí. Empecé por retirarle las manos y seguir acariciándola. El chaval se quedó alucinado sin dejar de mirarla.

  • Sigue tocándote, yo me voy a preparar.

Estaba lanzada y excitadísima. Le hice una seña al botones para que entrara en el baño. Entró después de pensarlo mucho. Le di un billete de 50 euros y le ofrecí a mi chica, pero tenía que desnudarse para mostrarme sus atributos, por si no merecía la pena. Se desnudó, iba semi erecto. Tengo que reconocer que tenía bastante más pene que yo. Le obligué que se lo lavara y a esperar a que le diera la señal.

Entramos los dos. Rosa seguía con sus piernas separadas y excitadísima. Le retiré las manos y se las volví a atar. Empecé chupándole el clítoris y pasado un rato en plena excitación, me retiré y cedí mi puesto a chaval, estaba histérico. Le hice señas de que se tranquilizara .Ella no notó la diferencia. Él empezó a darle unos morreos impresionantes, sacando toda la lengua que tenía que tener el sabor a flujo y yo empecé a grabarlo todo. Le metió la polla en la boca. Yo temía que notara la diferencia pero ella estaba lanzada y cuando se decidió a follársela, le hice un gesto para que parase. Le indiqué el culo. Él estaba encantado. La desató y ella sola seguía acariciándose, pidiendo que por favor la follara. Colocándola a cuatro patas, aproveché para sacar un primer plano de su precioso culo. Rosa estaba asustada pero totalmente dispuesta a todo.

Nunca me había dejado metérsela por el culo. Le escupió en el ano y sin muchos miramientos  se la hincó hasta los huevos. Ella pegó un grito entre dolor y goce y empezó a moverse. El pasó del ano al coño, dejándole un agujero increíble. Acabaron corriéndose los dos. Rápidamente le eché de la habitación, vistiéndose apresuradamente.

Me quedé un rato observando la piel de ella, era suave y del mismo color que el melocotón. Estos días tomaríamos un poco el sol, me encantaba poder tener una aventura así con ella.

  • Muy bien Rosa, has pasado tu primer examen.
  • Dame un beso, has estado increíble, este juego me gusta.
  • Pues mañana más y recuérdame esta noche que veamos el vídeo que tiene que ser muy excitante.
  • Me muero de las ganas por verlo.

Seguro que no esperaba ver todo lo que allí había pasado, solo tenía dos opciones, que se quedase, o se fuera para siempre.

 

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