Aquella mañana Edward se fue de caza con Emmet y Jazper y no regresarían hasta la noche.
Nessy me ayudaba a limpiar la casa por la tarde. En ese momento me había distraído observándola colocar un ramo de flores blancas con tanta meticulosidad como su tía, mientras tarareaba la canción que Edward le había compuesto.
Seguramente estaba impaciente porque Jake llegaría en cualquier momento para llevarla a pasar la tarde en la Push.
Pude oír el sonido de sus patas aproximarse a toda velocidad en nuestra dirección en ese momento.
Llamó a la puerta y yo le abrí.
– Hola Bells. Dijo y me saludó con un abrazo que le hubiera roto todos los huesos a un humano.
– Hola. Lo saludé
– ¿Qué tal todo?
– Bien. Me respondió pero ya ni siquiera me miraba y se había acercado a Nessy para besarle la mejilla.
– ¿Lista Ness?
– Si, pero. No me gustaría dejar sola a mamá.
– No te preocupes por mí, ya me pasaré por la casa grande. Ve y saluda a Billy de mi parte.
– Está bien. Dijo y me dio un abrazo de despedida antes de salir tomada de la mano de mi amigo.
Quedarme sola la mayoría de las veces me ayudaba a ordenar las ideas. Pero esta vez no fue así. Estaba inquieta. Estos días había rondado por mi cabeza la idea de contarle a Carlisle la verdad sobre mi proceso de transformación y eso me tenía preocupada. Él me lo había preguntado varias veces durante los últimos meses y yo había inventado excusas y mentiras para escapar a la situación, ya que casi siempre Edward estaba presente en esas ocasiones y no iba a soportar verlo sufrir por mi culpa, ya que era muy dado en lamentarse del pasado. Pero el hecho de mantener este secreto, por mucho que quisiera protegerlo me hacía sentir muy mal conmigo misma.
Por eso me dirigí raudamente hacia la casa grande, rogando que Alice no dijera nada sobre lo que estaba a punto de hacer.
Cuando llegué ella me esperaba sentada en las escaleras de la entrada.
– Por favor dime que no has contado nada. le dije como saludo.
– Oh, Bella. Dijo ella y me abrazó
– ¡Cuanto lo siento! dijo con pena.
– Oh, vamos Alice, ya pasó. Y no me arrepiento de haberlo hecho así que no hay nada que lamentar. Le dije.
–No he dicho nada aún. He visto que te enfadarías conmigo si lo hacía. Me dijo.
–Gracias. Dije con fervor.
–Carlisle está en su despacho. Dijo antes de que se lo preguntara.
–Vale. Dije antes de entrar en la casa.
Saludé a Rosalie que estaba frente al ordenador y me encaminé al despacho.
Llame a la perta con los nervios a flor de piel. Si hubiera sido capaz estaría sudando.
– Adelante. Respondió Carlisle con voz tranquila.
– Hola, necesito hablar contigo, si no es molestia. Dije luego de cerrar la puerta cuidadosamente.
– Por supuesto que no ¿Gustas sentarte? dijo amablemente.
– Gracias. Dije y me senté frente a él.
– ¿Qué necesitas?
– Vine a hablarte sobre mi proceso de transformación, Carlisle dije rápidamente a causa de los nervios. Él se inclinó casi imperceptiblemente hacia adelante debido a su interés.
LeahMentí sobre eso Carlisle. Créeme que no era mi intención engañarte y siento mucho haber tenido que hacerlo. Pero lo hice por Edward, para no hacerlo sufrir.Leah
– Entiendo. Contestó el con voz serena.
– La verdad es que los fármacos sólo te inmovilizan, pero no surten ningún efecto sobre la horrible sensación que produce la transformación. No pude evitar estremecerme al recordarlo.
– Realmente lo siento, Bella. Me dijo compungido.
– Es impresionante que hayas logrado soportarlo en silencio.
– Tú lo hiciste. le recordé y me sonrió sin alegría.
– Y lo hice por la misma razón que él soportó en silencio la tortura de Jane cuando logré salvarlo Italia y por la misma razón que esperé para contártelo cuando él estuviera ausente, porque le amo y no soportaría verlo sufrir por mi culpa una vez más. Bajé la vista avergonzada por habérselo confesado de esa forma.
Él se quedó en silencio hasta que volví a mirarle y me sonrió antes de decir:
– Mi hijo es totalmente afortunado de haberte encontrado, no creo que exista en el mundo alguien que lo quiera como tú lo haces.
Entonces llamaron a la puerta.
– Adelante. Respondió Carlisle.
Era Edward. Lo había oído todo y yo a causa de mi nerviosismo no me había percatado de que su efluvio se sentía levemente en la habitación. Si hubiera podido desmayarme lo hubiera hecho. Si hubiera podido llorar lo hubiera hecho. Su expresión era inescrutable.
– Edward yo… traté de explicarme angustiada, levantándome de mi asiento en una milésima de segundo. Tanto esfuerzo para nada…
Pero él estuvo a mi lado al instante y me impidió continuar.
– Los dejaré solos. Dijo Carlisle y se encaminó hacia la puerta.
– No es necesario, nosotros nos vamos. Dijo Edward y tomó mi mano.
Abandonamos la casa sin pronunciar palabra y así nos mantuvimos hasta llegar a la nuestra.
Esperé algún reproche de su parte. Que me dijera algo por haberle ocultado la verdad todo este tiempo.
– No tienes nada que explicarme, ya lo sé todo. Dijo con una voz que no demostraba ninguna emoción.
Luego tomó mi rosto entre sus manos y comenzó a besarme sin decir nada más.
Yo tenía ganas de echar a llorar seguramente lo había herido. Incluso aunque me había propuesto no hacerlo.
– Dejaré de besarte cuando me prometas que no vas a comenzar a disculparte. Me dijo. Su aliento entraba en mi boca y su voz no parecía triste.
Como no quería separarme de él esperé otro minuto y luego dije:
– Está bien, no lo haré.
Se apartó de mí a regañadientes.
– ¿Sabes? Una de las cosas que me hizo mucho más llevadera la situación fue que no te apartaste de mí en ningún momento. Cuando logré recuperar la conciencia sobre el paso del tiempo, contaba tus respiraciones esperando a que todo acabara.
Estuve a punto de responder a tus llamados y tus caricias pero no lo hice, porque temía comenzar a gritar. Confesé.
Se quedó en silencio un momento, asimilando mis palabras.
– Ay Bella, ¿tienes una idea de lo preocupado que estaba en ese momento? Temí que no funcionara.
–Lo sé, lo siento–.dije y comenzó a besarme nuevamente.
Luego oímos unos golpes en la puerta era Jacob que traía a nuestra hija ya dormida, me puse un conjunto para dormir mientras Edward la arropaba.
Luego de echar llave a la puerta de la habitación, Edward se acercó y comenzó una vez más mi parte favorita del día.
Ninguno hablaba, en esos momentos sólo existían nuestros cuerpos y nuestro mutuo deseo, que se expresaba en cada caricia y en cada beso.
En un momento posé mi cabeza sobre su pecho, mientras le envolvía la cintura con los brazos, inhalé su delicioso aroma antes de levantar mi rostro para ver el suyo.
Al instante me di cuenta de que su expresión era de dolor.
Reproduje mentalmente todo lo que había pasado tratando de encontrar algo que lo pudiera haber puesto en ese estado, pero no encontré nada. No había ejercido ninguna fuerza excesiva y mi escudo estaba en su lugar por lo que no podía ser ningún pensamiento mío el causante.
Él rehuyó mi mirada.
– ¿Qué te pasa, Edward? Le pregunté. Pero continuaba con la mirada lejos de mis ojos. Su expresión estaba cargada de angustia.
Lo tomé por la barbilla y besé tiernamente sus labios. Siguió sin pronunciar palabra, por lo que lo intenté nuevamente:
– ¿Qué es? ¿Hice algo mal? Contéstame pedí.
– No Bella, no hiciste nada mal. Tranquilízate. dijo al fin.
– Entonces ¿qué te sucede? Hasta hace un momento estabas feliz… dije.
– Nada, es sólo que a veces me atacan recuerdos horribles, contestó en un susurro.
– ¿Qué recuerdos? pregunté preocupada por la angustia que impregnaba su voz.
Al principio no me respondió, pero luego cerró los ojos y dijo:
– Recuerdos de la época en que yo… te abandoné. Parecía que se estaba ahogando. Era como si realmente pudiera llorar. Nunca lo había visto así, no podía soportarlo, sentí una gran impotencia y un arrebato de odio hacia Jacob, ya que lo único que recordaba que le hubiera entristecido por ese motivo eran sus memorias.
Pero no podía permitirme pensar en él en ese momento, ahora lo importante era Edward.
Me devané los sesos para encontrar las palabras que lo tranquilizarían, mientras lo abrazaba y acariciaba su espalda.
Luego de un momento comencé a apartarlo de mí empujándolo suavemente, él intentó resistirse y mantener su cabeza sobre mi hombro.
–No Edward, quiero que me mires a los ojos y escuches muy bien lo que te voy a decir. Comencé:
– Mira sé que ese fue un momento muy difícil de mi vida, porque hay cosas que te marcan tanto que ni siquiera la transformación puede borrarlas, sostenía su rostro entre mis manos mientras le hablaba. Pero no fue así sólo para mí; porque no me vas a decir que todo ese tiempo tú lo pasaste celebrando tu regreso a la soltería. Dije tratando de bromear pero él se mantuvo serio por lo que continué
– Los dos la pasamos muy mal y el hecho de que yo no te haya visto con mis propios ojos retorcerte de dolor y extrañarme no cambia nada. Así que trata de olvidarte de eso, amor, hazlo por mí, le pedí, aun sabiendo que era imposible.
– Podrías reemplazarlo por esto. Le dije y comencé a besarlo una y otra vez susurrándole un “Te amo” entre cada beso.
Me aparté luego de un momento y al notarlo un poco mejor le sonreí. El me devolvió la sonrisa y luego le pregunté, cambiando totalmente de tema:
– ¿Puedes decirme de qué color son mis ojos?
– Dorados. Respondió sorprendido.
– ¿Ah sí?–¿Y puedes decirme qué significa esto? pegunté alzando mi mano para que viera mi sortija.
– Que me perteneces sólo a mí por el resto de tu existencia. Respondió bastante más animado.
– ¿Y eso te hace feliz? pregunté.
–Muy, muy, muy feliz.
–Está b… sólo logré decir antes de que sus labios se estamparan una vez más contra los míos. Sonreí aun besándolo y nos mantuvimos así hasta el amanecer.