Llevamos juntos el suficiente tiempo como para saber que somos celosos a la hora de que otros nos miren siquiera con algún mínimo interés. Recuerdo cuando empezaba a conocerte y aun cuando no eras Mía ni yo Tuyo, sabía a ciencia cierta quien te lanzaba una indirecta mal disimulada con intenciones de llamar tu atención.
Lo reconozco, me entraban ganas de cogerte la cintura y besarte delante de todo el mundo, de ponerme delante tuya como si fuera un escudo humano y decir… dispara otra vez… dispara esa mirada si tienes lo que hay que tener. Y no es que yo desconfiara de tu fidelidad, sabía que tu preciosa mirada estaba puesta en mi cargada de sentimientos únicos, al igual que mis ojos solo brillaban de aquella forma cuando acariciaba tu preciosa cara infantil con los míos propios.
Curiosamente el tiempo y la estabilidad, el deseo de más, y esa eterna curiosidad ardiendo en nuestros corazones nos ha llevado a plantarnos frente a las puertas de un límite tan morboso como peligroso si uno no domina las emociones y los instintos.
Era una pareja muy agradable, nos trataban de forma educada y demostraban una inteligencia y una gracia que rápidamente hizo de ellos nuestros amigos. Las conversaciones se fueron sucediendo, tú con ella, yo con él, viceversa y todos mezclados. Con la confianza, el sexo no tardó en aparecer, sus límites, los nuestros, sus fantasías y las nuestras… Cada vez que conversábamos se nos quedaba una cara de admiración y de envidia bastante cómica. Como fuera, al final, acabaron enredándonos… Nos convencieron para salir una noche de fiesta con la condición de que en aquella ocasión ellos elegirían el lugar.
Acabamos en ese lugar que ambos siempre habíamos querido visitar, como si fuera el templo prohibido de uno de los misterios más seductores y vedados a unas pocas mentes y cuerpos privilegiados. El club rebosaba ambiente, nos fortificamos con nuestras bebidas de costumbre en un rincón privado e íntimo, incapaces de dejar de mirarlo todo llamando la atención. Por doquier las parejas bebían, charlaban, bailaban de forma bastante provocativa y compartían momentos poco discretos de intimidad que no hacían sino subir la temperatura.
Nos miraban con una sonrisa, nos veían como dos niños en el día de navidad, ella sentada frente a mí y tú frente a él. El decidió alzar la copa y brindar para romper aquel silencio y ella con su suave y elegante voz comenzó a sacar tema de conversación. Las puyitas no tardaron en volar, primero en su dirección cuando él te dijo lo preciosa que estabas. No le faltaba razón! escogías aquellos escotes para torturarme y al mismo tiempo hacerme sentir orgulloso de aquellos gloriosos pechos que insinuabas solo para mis manos y mis labios. Sus ojos lo notaron. Reaccionaste con una sonrisa y a la vez con ese rubor tan tuyo de cuando te lanzan un piropo.
Yo la ataqué a ella y fui un poco más allá espoleado por su elección de ropa, así que medio en serio medio en broma le dije que lucía unas piernas de infarto y que sostenían un cuerpazo de escándalo y con muy buen gusto para lucir aquellas prendas. Ella te miró a ti primero como juzgando tu reacción ante mi atrevimiento para saber si continuar con aquel divertido juego de seducciones, le sonreíste y ella te guiñó un ojo, tengo que reconocer que cuando os ponéis de acuerdo no pasa nada bueno… Separó las piernas ayudado por su Amo y ante nuestros ojos nos desveló su entrepierna depilada y perfectamente expuesta. Estuve a punto de derramar la cerveza, vaya si os reísteis…
Tras un rato de charla más tranquila ella fue al baño contigo, momento en el que él y yo cambiamos miradas y palabras prendidas de significado. No sé muy bien que ocurrió en el baño, el caso es que cuando llegasteis cada una cogisteis al otro y tirasteis de nosotros hacia la pista de baile. Lo siguiente que sucedió roza lo obsceno con mucha elegancia. No dejasteis en ningún momento de pegaros a nuestros cuerpos que poco a poco, fueron incendiándose con el roce de aquellas piernas, nuestros miembros mal disimulados eran apretados contra vuestra piel e incluso contra vuestras manos. Eso y las palabras susurradas al oído provocando escalofríos en ambas parejas hicieron que todas las manos se tomaran libertades y contraatacaran.
Salimos del local entre risas y sofocos, nos montamos en el coche, de hecho, me montasteis en la parte de atrás y mientras él arrancaba y salía en dirección aún no sé a qué parte, empezasteis a besar y morder mi cuello, mientras vuestras manos acariciaban mi polla liberándola de su prisión. El ajustó el retrovisor para no perder detalle en cada momento que podía desviar su atención, y allí mismo ante sus ojos y los míos incrédulos, devorasteis lentamente mi polla compartiéndola como si fuera un tesoro, arrancando de mis labios gemidos y la palabra joder con suma facilidad.
El camino fue tan corto que no llegué a correrme, ahora estaba cien mil veces más excitado que antes, cuando salí del coche os propiné una palmada tan fuerte a las dos en sendas nalgas que notasteis la piel vibrar con el calor de mi mano bien marcada en vuestra piel. Él se río y me pasó la mano por el hombro…
- Tendrás tu justa venganza… no te preocupes que te ayudaré a defender nuestro sexo. Me reí.
Siempre había lugar para una frase ocurrente con la camaradería que tenemos. Y lugar para la ternura, la comprensión y la picardía con ella. Estábamos en su chalet. Entramos y encendieron las luces, os fuisteis desnudando ambas mientras nos marcabais el camino hacia una enorme cama donde os tumbasteis la una al lado de la otra para mostrarnos lo excitadas que estabais. Podía ver como vuestras entrepiernas brillaban húmedas de aquel morbo. Él y yo nos miramos en mudo asentimiento , cambiándonos de sitio rápidamente luchamos para abrir vuestras piernas sin mucha resistencia, lentamente con el lento fluir de nuestras lenguas y nuestros torturadores dedos fuimos arrancándoos gemidos de placer, preparándoos para lo que estaba por venir.
Cuando creímos vengado mi honor, levantamos nuestro rostro fundiendo nuestras lenguas con las vuestras para daros a probar vuestro dulce sabor con morbo y calidez. Luego, esta vez sin miramientos, os pusimos a cuatro patas, la una frente a la otra, de manera que podíais ver la escena del otro ante vuestros ojos, y la vuestra propia por aquellos impresionantes espejos que había en las paredes de la habitación. Mirarais donde mirarais os sentíais acorraladas, sujetas del pelo con fuerza, azotadas sin piedad mezclando dolor y placer por la intensidad de la follada que recibíais en vuestro interior.
Caísteis de lado respirando con dificultad, deseando más, rogando sin palabras que os permitiéramos correros, os mirabais entre risas que se vieron rápidamente interrumpida mientras os aferrábamos y de rodillas os penetrábamos duramente, ya no sabíais donde agarraros y, para tu sorpresa, ella se agarró a tu rostro y apoyando su frente en la tuya te besó una larga vez para gemir luego enterrando su cara en tus cabellos, podías escuchar perfectamente el placer que lo que siempre había sido Tuyo ahora le daba a tu amiga
- Dios, Me está matando. Te susurraba
- Que Cabrón… Fóllame más ahhhh.
La atmósfera no podía resultar más erótica entre la virilidad masculina en plena acción, vuestras preciosas curvas con encajes, ligeros y vuestros gemidos entremezclados. Podía sentir como iba a llegar el orgasmo, los movimientos eran más rápidos y los gemidos más alzados.
Ella comenzó a torturarme a buscar exprimir aquella dulce leche que tanto deseaba sentir derramándose en su interior, y su entrepierna se aferró a mi polla, húmedo, fuerte, vicioso, provocando mi orgasmo en una explosión de placer y gemidos mientras caía sobre ella y el increíblemente al mismo tiempo me imitaba abrazándose a ti y besándote repetidas veces a modo de agradecimiento.
No sé cuánto tiempo permanecimos en silencio, las caricias se entremezclaban, al igual que los besos, ya no me importaba si era ella o era el, solo deseaba que aquella noche no acabara, y no acabo. Teníamos el resto del fin de semana para disfrutarles pues nos habían invitado a quedarnos todo lo que quisiéramos, tenía que probarle a él, aún tenía que ver como ella te dominaba, o como tú la dominabas a ella.
¡Dioses… quería ver, sentir y vivir tantas cosas que creo que un fin de semana no sería suficiente! Pero no es una cuestión de tiempo… Y es que contigo… Nunca tengo suficiente.
Continuará…
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