La concubina II
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Tras una semana muy dura de trabajo volví a ver a Andrea. Unos días bajo el techo del gimnasio nos saludábamos y hablábamos, guardando también alguna pequeña confidencia. Su marido Jose, muy amable siempre, procuraba hacerme sentirme muy cómoda, al menos entre ellos me sentía protegida.

El viernes el hermano de Jose, David, se acercó al gimnasio para recordarnos la magnífica  barbacoa que iba a preparar para aquel fin de semana en su chalet con piscina.

  • Carmen, no puedes faltar mañana. Eres la estrella invitada. Me dijo David.
  • Por supuesto que no. Estoy deseando darme un baño en tu gran piscina. Contesté.
  • Te advierto que José y Andrea son expertos en hacer aguadillas. Ten cuidado y mantente alejado de ellos. Me dijo esbozando una gran sonrisa.

Dejándome con mis ejercicios diarios, David se fue en busca de su hermano y su cuñada.

Había encontrado entre ellos una conexión especial. David era más mi prototipo de chico ya que no estaba extremadamente musculado y a mí me gustaban los chicos altos fornidos pero no demasiado grandes. David era moreno, con ojos color chocolate. Debía medir 1,80 de estatura. Trabajaba en la logística de una gran empresa con sede en Madrid. Por lo que tenía una gran disponibilidad de horario ya que podía ejercer su trabajo desde casa.

Aquella tarde estaba sumida en la bicicleta haciendo mis 20 km diarios. Me había parado a pensar en Andrea. Parecía que ella tenía muchas carencias afectivas también. Me sorprendió mucho la manera que tuvo de despedirse de mí guiñando el ojo.

Una vez acabada mi rutina me dirigí a las duchas. Esta vez, Andrea no me acompañaba. Tenía una sesión de yoga con premamás y luego una clase de spinning. Ya en los vestuarios, miré a mí alrededor y no había nadie. Me encontraba sola, así que decidí darme una gran ducha de agua fría.  Empezó a caer despacio, deslizándose sobre mi piel y haciendo tensar todos y cada uno de mis músculos. Aguantar un ratito el frio, me hacía sentir viva. Puse un poco de gel en el cuello, los hombros y las piernas. Desde el vestuario podía escuchar la música que salía de las salas, una variedad de estilos musicales que se escuchaban en la radio aquella semana.

“Shakira,  Juan Magán,  Sia…”. Todas canciones animadas para machacar el cuerpo con ánimo.

Mientras me enjabonada el pelo, dos voces masculinas hablaban de las chicas que estaban en el gimnasio. Parecía la voz de Jose pero entre la música y el agua finalmente logré distinguirla. Escuché también cómo se abría la puerta. Una voz en el vestuario femenino. Alguien había entrado y ya no me encontraba sola. Así que, decidí rápidamente aclarar el pelo.

Justo cuando iba a salir de la ducha, me encontré con David  allí dentro. Estaba espiándome. Al principio me molestó pero luego observen sus ojos una chispa de deseo y, ¿por qué no? Hacía mucho tiempo que no practicaba sexo y me apetecía.

  • Carmen, tienes un cuerpo espectacular. Tenía que decirte que estoy impresionado contigo. He hablado con mi hermano y me ha animado a dar este paso ¿Tienes un hombre que te quite el sueño? Me preguntó.

Su interrogación me pilló por sorpresa. No esperaba que David, el hermano de Jose, se me declarara dentro de los vestuarios. Es cierto que había obtenido miradas cómplices pero no esperaba tal sorpresa.

  • No, David. No hay nadie. Le contesté.
  • La inteligencia que desprendes me tiene cautivado. ¿Te gustaría que nos conozcamos más? Afirmaba un poco dubitativo.
  • David, hace mucho tiempo que no mantengo una relación. Claro que podemos conocernos más pero te advierto que no estoy preparada.

Cuando me di cuenta, estábamos manteniendo aquella conversación en las duchas de los vestuarios femeninos y yo estaba desnuda ante David. Según escuchaba hablar y su tono de voz tan varonil hacía que sin querer me sintiese atraída hacia él.

Mis instintos me llevaron hacer una locura. Di un par de pasos al frente, cogí a David por el cuello y le atraje despacio hacia el lugar donde yo estaba, metiéndonos ambos dentro de aquella ducha. Corríamos el riesgo de que alguien entrara en aquel mismo momento y le pillara dentro. Cerré la puerta opaca por completo y le atraje más a dentro de las duchas con ropa y todo. El no mostro ni un ápice de resistencia. Giré el grifo al completo y el agua no tardó en brotar sobre nuestros cuerpos. Sentí la necesidad de hacerle mío. Me atrajo hacia él por la cintura, nos miramos, dirigí mis pupilas hacia sus carnosos labios y fue entonces cuando me besó. Unos labios calientes que contrastaban con el agua que salía de la ducha. Tenía la camiseta totalmente pegada a su torso, luché contra ella para liberarle. Sus manos resbalaban por mi espalda mientras que su boca no daba tregua a la mía. Ya no podía notar si el agua era fría o caliente porque era mi cuerpo el que ardía entre sus brazos dentro de aquella ducha.

Pronto sus labios comenzaron a besar mi cuello y mis hombros mientras sus manos, aún sujetándome por la cintura, se negaban a permanecer quietas en aquel lugar. Así que, contra su voluntad, empezaron a recorrer los lugares más recónditos de mi cuerpo. Fue entonces cuando una erección afloraba bajo sus pantalones. Yo, caliente, deseaba que me poseyera allí mismo. Resolgada casi por completo de su cuello, bajé una mano para acariciar su miembro y de su garganta brotó un gemido que me hizo vibrar de deseo. Me apresuré en acariciarle aún más fuerte hasta que conseguí que su erección fuese plena.

Sin dejar de besarme, bajó su mano derecha hasta mi monte de Venus. Con un exquisito tacto separó mis labios con cuidado y me acarició el clítoris, demostrando una gran experiencia. Me excito aún mucho más cuando su boca, con hambre de la mía, empezaba a  lamer cada rincón de mi boca. Excitada y muy húmeda me dejé llevar por la pasión del momento, bajé sus pantalones de un solo tirón y le dejé desnudo ante mi. Aquel hecho debió pillarle por sorpresa. No esperaba que fuese yo la que tomase el control del momento y bajo una mirada sorprendida, me arrodillé y empecé a lamer el glande con cuidado. Una de sus manos se apoyó en los azulejos de nuestra espalda y otra empezó a   masajearme el cuello mientras yo seguía con mi labor. Una gotita de él se puso sobre mi lengua. Fue entonces cuando al darse cuenta acabó con el propósito. Me tomó de la barbilla, me acerco con cuidado hasta el frente de su cara, puso mis brazos alrededor de su cuello y, una vez que me tuvo en el sitio donde él quería, agarró mis muslos apoyándome sobre los azulejos y me levantó atrayéndome hacia  él. Su cuerpo estaba tan agitado como el mío. Su respiración indicaba el grado de deseo y nos dejamos dominar por él. Me deslizó muy despacio sobre su pecho, colocó una mano justo entre mi ano y mi vagina y acercó con delicadeza el glande a mi entrada. Una vez colocados, me insertó el glande de una sola vez, despacio hasta llegar a tocar su pubis. Tenerle piel con piel me excito más, gemí y él también lo hizo, Con ello comenzaron las embestidas una y otra vez hasta que ambos llegamos al clímax en aquel espacio tan pequeño. Cuando acabamos, el agua todavía salía por el grifo resbalando entre nuestros cuerpos despacio y, mirándome a los ojos, salió de entre mis piernas para, una vez estar enfrente de mí, abrazarme y besarme y que no cayese al suelo por el temblor de mis piernas…

  • Quiero mantener en secreto este momento. Prométeme que no dirás nada. Le dije.
  • No debemos escondernos cielo. Contestó.
  • No quiero decir eso. Me refiero a que me gustaría que mañana no comentaras nada.
  • Vamos a disfrutar del fin de semana. Me expliqué.
  • Está bien, pero quiero disfrutar de ti al máximo.

Comenzamos a vestirnos para retomar nuestra vida. Mañana tenía que ir a su casa. Estaba nerviosa y satisfecha por lo que había ocurrido allí mismo.

 

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